jueves, 24 de febrero de 2011

Des Lapins


Has visto lo feos que son los conejos, mi querida Alicia?
Son seres con una piel similar a la pelusa de la suciedad, esa que reposa en las esquinas de tu habitación y se reúne en rincones secretos a hacer el amor con el suelo.
Sí mi adorada Alicia, son roedores de piel asquerosa, y si sientes el cuero que se esconde bajo ese terciopelo seboso, no hallarás nada más horroroso que el costillar de un humano desnutrido y maltratado.
No Alicia mía, no estoy siendo cruel, la fealdad de ese animal se presta para los epítetos más tentadores y morbosos de la tierra. Tan sólo mira esas orejas, que parecen dos alas de mosca, alargadas y curvas, con una capa de costra peluda a un lado, y una cara rosa y sucia al otro, dime Alicia, cariño, ¿acaso no las ves así ahora? ¿acaso no tengo razón al afirmar que este ser no tiene más belleza que la amargura del hambre y el amor no correspondido?
Ese cuerpo rechoncho de estafadora agilidad, esas orejas futuristas y repugnantes y esa piel de pegajosa suavidad son poco para el límite de horror que me causa este animalejo...conejo, incluso con las palabras adecuadas podrían rimar y llevarse de lujo.
Pero Alicia corazón, ¿sabes qué es lo que más feo hace al conejo?
su mirada.
Esos ojos de vidriosa estupidez, de hediondo aburrimiento e insulsa puerilidad.
Sí, esa inexpresividad que esta asquerosamente alerta y pendiente al susurro del temor y del amor.
Esa mirada Alicia; que no dice nada, que no oye nada, que no vive nada.
No sólo me da asco, me da miedo, me inspira a temer que no me corresponda, como yo le correspondo a diario....