martes, 13 de septiembre de 2011

Tu complejo de inferioridad


No sé que terapia se usa para la gente con complejo de inferioridad.
Yo creo que una patada o un tirón en el cabello es una buena reprimenda.
En estos momentos me estoy convirtiendo en lo que mis amigos más cercanos llaman la "mein Führeresa" y ya lo siento, pero este blog se hizo para extirpar del alma las cosas que más se clavan en la carne de mi calma.
Y una vez más, el complejo de inferioridad.
Muchos, por otro lado, estarían molestos con aquellos que van por la vida sintiéndose un millón de libras esterlinas (ellos no son dólares ni euros, son mucho más). Sin embargo eso denota que la generación actual, es más propensa a sufrir de complejo de inferioridad que lo contrario. Eso si no sufre ya por este mal. Y eso, me enoja. Muchísimo.
Es que, estos tiempos la presión social y económica nos empuja al abismo del suicidio de esperanzas y alegrías; sin embargo, a su vez ha creado métodos para hacernos felices y vivir relajados.
Pero no. La gente se resiste.
Los más asqueroso de todo, es que el complejo de inferioridad está en todo lado, y lo puedo argumentar desde una perspectiva chauvinista hasta la de una gossip girl quinceañera. No sólo es eso, sino que también por eso el mundo espera vernos sentirnos inferiores.
Por eso, hoy doy fé y mi perspectiva de dos tipos de complejo de inferioridad con los que he tenido que lidiar.

El bajo perfil (o bajo amor propio)
Hay complejo de inferioridad en los ecuatorianos (y lo digo viéndolo desde afuera, y por lo mismo sin generalizar). En los aeropuertos hablan bajito o se esconden; dejan que cubanos y españoles griten al mundo con sus acentazos mientras hunden sus miradas perdidas bajo una gorra de LDU y calientan su mínima conciencia con una chompa Nike regalada por su primo de Nueva Jersey. Piden todo con diminutivos pensando que eso endulzará la palabra, cuando lo único que hace es disminuir el valor de nuestra firmeza. Al pedir algo se activa el "modo susurro" para no dejar que nuestra desafinada voz ahuyente al interlocutor, al que siempre consideramos, seguramente más culto y educado, aunque sea un taxista huido de los Balcanes que apenas y habla un idioma que nadie conoce.
El desprecio al producto nacional, la miseria de no colaborar entre paisanos en el extranjero por miedo a que "lo discriminen"; la búsqueda de un apellido bonito que acabe en "der" "elli" o "son" para, como dice la vieja escuela "mejorar la raza" denota un asco al reflejo de nuestro espejo que ni yo puedo negar tener en lo más descarado de mi persona.
El complejo de inferioridad es un mal que yo he visto burbujear salvajemente en varias nacionalidades; pero he notado algo muy desastroso; el complejo de inferioridad ecuatoriano sirve para que otros acomplejados se suban el autoestima. Eso, es una muestra de que la cosa va en serio.

Individuo Predispuesto
Si bien el complejo de inferioridad puede ser una tradición de transmisión oral, también deambulan por la vida esos individuos que se sienten el felpudo del mundo. Lo peor de todo es que son, a mi parecer, totalmente opuestos a la imagen que se nos viene a la mente.
Mientras pensamos en un acomplejado con pinta de emo que piensa que nadie lo ama, por la vida van los que son de carne y hueso, esparciendo su miseria personal y amargura por los sembríos de gente que nada tiene que ver con sus problemas.
Mientras nos los pintan tristes, en verdad van riéndose de la cara de uno, los zapatos de otro, o la ridiculez de aquel que va por la acera. Cualquier desdicha o falla que madre Natura dio a otros es un motivo de iluminación para el acomplejado.
En sus ratos de seriedad, cuando no está ornamentando tu supuesto mal gusto con su mejor repertorio de sinónimos para "antiestético", "patético" o "estúpido", su cara se torna indescriptible, una mezcla de aburrimiento por tenerte a su lado, con algo de ira e inconformismo, ya que piensa en sus problemas, cuyo tamaño es directamente proporcional a las alegrías de su interlocutor.
No acepta consejos, y si alguien le sugiere una actividad, idea o da un comentario, la respuesta además de desagradable, será incómoda, ya que con los más sutiles modos, enlistará el repertorio de calamidades que hacen su vida miserable, ergo, procurará que tu miseria se desencadene por tu imprudencia y por la lástima que quiere provocar en tu cuerpo.
Mientras los que tienen complejo de superioridad miran al cielo porque no hay nada que pueda estar más arriba de ellos (lo que los lleva a ni inmutarse) y pasan de todos, el que tiene complejo de inferioridad, tratará de bajarte de tu nube.
Si te ascienden en el trabajo, te fulmina con su mirada; si ríes, te dice lo estúpido que te ves, si dices que Menganita te gusta, su risa burlona te dirá en calve morse "ve, corre, diviérteme y métete con ese bicho". Si te compras una corbata nueva, no dudará en decir que es más fea que un carcelario con diarrea, en fin, cualquier cosa que haga que su gusto y opinión sean la nueva ley y por ende, todo el mundo la idolatre. Cualquier cosa en busca de ese sentimiento de superioridad que trata de llenar con groserías y humillaciones de 5 minutos.
Me resulta muy triste de ver que ese sentimiento autodestructivo es bastante frecuente, por no decir contagioso; que el sentimiento de mejorar únicamente en el aspecto material o simplemente joder al otro sea un placer morboso, más que le hecho mismo de convivir con otros y seguir el curso, ir para arriba, sin el hobbie de arruinar (seamos sinceros, a veces es necesario reducir al otro).
Es en verdad una pena que me haya topado con muchas de estas personas, porque mi problema es ser belicosa. No me tomen a mal, soy muy paciente, pero vamos, que el respeto viene de ambos lados, y si me dan irrespeto, pues ya qué, a dejarles fingir alegría y conformismo mientras destruyen mi espalda con sus dagas más finas bañadas en ponzoña de soledad.

OJO: Puede que mucho digan "¿y esta man? se da el lujo de comerse vivos a los acomplejados sin auto evaluarse (me lo han hecho más de una vez, así que pongo estas advertencias seguido), pobre sobrada sin fundamentos". Pues para su información, como todo ser humano padezco de complejos (mencionados alguna vez aquí) y para arcadas de muchos, uno de esos posiblemente (aún no lo sé, y si lo tengo no es en nivel crónico) sea el de superioridad. Estoy consciente de que muchos van por la vida predicando sin practicar, y me atrevo a decir que TODOS lo hemos hecho alguna vez. Yo me siento orgullosa de ser de donde soy, de saber lo que sé y de muchas veces, superar las expectativas que la gente tiene de mi. Que tal vez no tenga un figurín ni toda la plata del mundo, pero me gusta pensar en grande y sacarle provecho a lo que tengo, porque siento que la vida así se vive mejor.
The End

2 comentarios:

5ThePhilosopher5 dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
5ThePhilosopher5 dijo...

Me gusto tu escrito y mucho.
Si los medios de comunicación sirvieran a diario escritos como este, muchas personas ya habrían cambiado de actitud.
El complejo de inferioridad y la envidia es algo bastante típico en las naciones de cultura y estirpe hispana. Mira a los españoles, tienen una historia gloriosa más le restan excesiva importancia a la misma y ven como cosa superior aquello que viene de sus países vecinos.
En promedio, este mal es peor que el complejo de superioridad, porque al menos en este último se valora el bien, dado así muchos mejores resultados.
El complejo de inferioridad hace que la persona se sienta mucho menos capaz de lo que evidencia la realidad, mas las cosas que se hacen con esa actitud, mal se hacen.
Creo que el complejo de inferioridad ecuatoriano es más fuerte que el presentado en las demás naciones hispánicas. Mira a los argentinos o a los mexicanos, aunque muy acomplejados ambos, al menos tienen cierto orgullo evidente hacia lo propio, hasta el punto de hacer cosas que se imitan en otros lugares del mundo.
Cuando era niño, recuerdo que en el Mall del Sol le dije a mi abuela ¨”esos zapatos están hechos en Ecuador, no los quiero, son malos”. La vendedora me miro con disgusto mas yo sabía que algo estaba mal pero no lo veía con claridad, y es que desde temprana edad había sido criado con la idea de que lo extranjero es bueno mientras lo nacional es malo. De hecho, incluso ahora tengo instalada esa idea en el subconsciente.
Si he de ser honesto, ni siquiera siento orgullo por ser ecuatoriano, tal vez porque no se qué significa eso, pues yo no recuerdo que hayamos trabajado juntos hacia un mismo objetivo.
Lo más curiosos es que si me siento guayaquileño, hasta el punto que mi subconsciente da por hecho que si algo es guayaquileño, de seguro que es bueno. Me produce placer consumir algo que se enorgullece de ser guayaco. Tal vez eso sea el producto de sentir que como guayacos si que hemos trabajado en equipo. Supongo que lo mismo ocurre con los quiteños y cuencanos.
No creo que unos pocos podamos cambiar a corto plazo un vicio nacional tan arraigado, pero sí que podemos construir donde normalmente no se construye, de modo que nos digan “¿En verdad tu eres ecuatoriano?” y respondamos “!claro! ¿Qué esperabas?
Si los muchos lesionan nuestro espíritu y dañan nuestra imagen con una excesiva valoración a lo foráneo combinado con un gran desprecio a lo propio, los pocos debemos de hacer todo lo posible por destacar no solo desde una perspectiva nacional, sino también desde una perspectiva universal. Nuestro pueblo necesita convencerse plenamente de que podemos destacar y para eso necesita de modelos que destaquen en sus respectivos campos.