domingo, 19 de febrero de 2012

Entre anacos y minifaldas

Cualquier ecuatoriano, sea porque en la tele nacional cada municipio promociona su ciudad para disfrutar del feriado, o porque tienen el clásico "primo/amigo de Guaranda" o familia de abolengo en Ambato, está consciente que los Carnavales, de hecho, son sinónimo de Guaranda y Ambato.
Por esta regla de tres, ha de saber que la calle se empapela con pósters de mala calidad, con fondos psicodélicos entre turquesa y fucsia y una que otra coqueta estrellita. A estas le acompañan el nombre de alguna chica, en blanco o amarillo, con un tipo de letra de esas que aparecen en las cajas de Barbies de a dólar; y en el centro de este llamativo marco, la cara de una muchachita de 19 a 25 años nominada para reina de la ciudad.
Normalmente esta chica además de tener la pinta de una reinita (en todo sentido: toda linda y pulcra, pero digna de que un albañil le grite ¨rrreeinaa" desde su andamio), siempre lleva el nombre de moda de la década en la que nació, y tal vez el nombre de su madre o abuela; esta composición poética se remata con uno o dos de los apellidos más conocidos de la ciudad. Toda reina de capitales provincianas siempre tendrá que ser "la guagua de tal o cual, hijo de aquel que era hermano de éste, a los que les decían "los (inserte sobrenombre ingenioso aquí)", porque a modo de dato curioso, las provincias pequeñas de la sierra procuran guardar un linaje y un apellido que de hecho ahora está obsoleto, pero para ellos, el esnobismo de un apellido es el pan de cada día.
Sin embargo, este año (aunque no tengo ningún vínculo con Ambato, a más del amor por los helados de Ficoa) desde España me entero que en Ambato ha habido un déficit de candidatas, y que de las pocas que se han lanzado a probar suerte, está Jenny Fernanda Aimaguano Pacari.

Para aquellos que sean extranjeros, y particularmente a aquellos que no son latinoamericanos(que alguna noción tendrán del porqué de mi interés en esta candidata) ya que tal vez no comprendan mucho mi enfoque, les explico: yo, gran fanática de los concursos de belleza como soy, jamás había visto una candidata indígena en un concurso de este tipo, y mucho menos del calibre que tiene la Reina de Ambato (afamado por toda la fiesta que le acompaña, y porque, obviamente, las ambateñas tiene fama de guapitas todas).
Por obvias razones, el enterarme de que una de las participantes va cumpliendo su protocolo de "miss" con anaco, blusas bordadas y cuentas rojas a cuello me ha dejado más que extasiada. De todas formas me lleva a hacer varias reflexiones sobre la realidad de nuestro país, y la perspectiva que nosotros tenemos de nuestra propia imagen.
La verdad es que la presencia de esta candidata, además de exaltar la imagen de un país que está dejando en el abandono el hecho de ser una tierra mestiza, que tiene tanto de europeo como de indoamericano, y que las tradiciones, sea en trajes o tipos cada vez más se guardan en un baúl de memorias románticas selladas con un absurdo candado de vergüenza, deja con la intriga de si en verdad el Ecuador está preparado para asumir el gran dilema que asecha al latinoamericano desde el Primer Grito de la Independencia: Qué somos y qué nos representa.
Es bien sabido que en Ecuador se celebra, si no me equivoco, hasta el día de hoy, la elección de la Sara Ñusta (siendo al de Otavalo la más conocida), un concurso de belleza realizado solo en las comunidades indígenas y que representa a la comunidad como tal y punto. Sin embargo, Jenny Amaiguano disputa una corona que va más allá de si pertenecer a una comunidad indígena o mestiza, es el representar a una región y el representar la imagen que esta quiere dar.
De todas formas, aunque la propuesta es interesante, no deja de fastidiar a distintas ramas: una conservadora y tradicionalista muy típica en esta zona del país, que busca conservar el linaje semi-español que se jactan de tener; otra que apoya una universalización (por no decir americanización) de los cánones de belleza y estilo que dejan de lado los diferentes preceptos culturales de beldad, y otra que se permite el descaro y la estupidez de concebir esta situación como un acto filantrópico, cuando no debería ser así.
Antes que nada, yo quiero ver esto sin ninguna mala intención inescrupulosa de tomar la diversidad y pluriculturalidad de nuestro país como un recurso solamente explotable y no como un rasgo esencial de nuestra identidad, como los shuaras con tucanes que posan en las portadas de brochures turísticos que poco o nada dicen del gran contenido de nuestro país al mundo. Quiero ver este acto, tan superficial a simple vista, como una intención de aceptar la diversidad cultural que tanto cohíbe a la juventud ecuatoriana, y que esta chica, gane o pierda, simplemente nos maraville hoy y nos acostumbre a un mañana donde no sea sorpresa ver una piel cobriza y una trenza fajada en esas pasarelas, al fin y al cabo, el Ecuador se jacta de tener una diversidad natural y social que debería ser sacada a la luz.


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