jueves, 24 de julio de 2014

Cobarde me declaro.


Ha sido un gran error intentar escribir algo en este blog. Me acabo de dar cuenta de que ya soy "grandecita" y que lo que el resto opine de mi a través de la impresión que puede dar este blog, sencillmente me aterra. Viendo esto, puedo decir que lo he convertido en algo demasiado personal y me da vergüenza que vean ese lado de mi, o peor todavía, contra todos mis pronósticos y aspiraciones, he llegado a ser políticamente correcta, tratando cada tecla que presiono como un paso más hacia la concreción del currículum vitae ideal. En otras palabras, me he vendido.

Una parte de mi se justifica, no me vendí antes porque a nadie le interesa comprar las ideas de una mocosa de dieciséis años. Por otro lado, me sale muy fácil culpar a la sociedad. Que si mis padres me dieron una educación férrea y represora, que si en mi colegio te lavaban el cerebro, que si nunca alimenté los sesos con potajes de sabiduría y cultura, que si soy una oveja más, que si soy de plastilina y me dejo moldear por las manos de la exterioridad. Resulta muy fácil decir eso.

Pero luego de tomar aire, veo que no tengo cara para poder culpar a los demás...del todo. Papi y mami tenían un plan educativo tal vez más eficiente que el del mejor colegio finlandés y jamás dejaron que cosas se queden guardadas; en mi colegio nadie se dedicaba a lavar cerebros, de hecho, le gustaba que se untasen de mugre con tantos eventos, fiestas y concursos donde sacaba la vena creativa, deportiva, musical e incluso política de sus educandos; aunque no me puedo jactar de haber hecho grandes lecturas de forma voluntaria ni de tener un librito siempre en mi mesa de noche, puedo decir que he nacido con la suerte justa como para recordar buenamente lo que he mis sentidos han podido captar. Siento, CREO, QUIERO no ser una oveja más. Ni negra, ni blanca, ni cordero ni carnero; tal vez una cabra, incluso un becerro en mis tiempos más rollizos, pero no quiero sentir que mi barco se mueve al ritmo de las olas de las modas y las tendencias, y que cada paso que doy no ha sido mí, sino de un "nosotros" basado en el anonimato de la mayoría.

Veo que no es posible culpar plenamente al mundo exterior de mi miedo a publicar algo, así que opto por echarme la culpa a mi misma y llegar a la conclusión de que sí, que de hecho, el exterior me influye. Simple y llanamente, no quiero que me digan que estoy mal. No quiero que me digan que soy mala por hacer un chiste negro, que soy racista por hacer comentarios irónicos basados en estereotipos cuando hago bromas, que tengo mal gusto por no usar el tipo de chaqueta que todo el mundo usa, no quiero que se me responda asintiendo como si se hablase con una tonta, no quiero que me den la razón para callarme ni quiero que mi sarcasmo se tome como bordería, no quiero que mi ser entero sea motivo para que el espía de un empleo en potencia pida que no me contraten, no quiero sentir que aunque en mi vida jamás he hecho algo verdaderamente cruel e incorrecto, me digan que el poder pensar y sacar la basura a la calle en lugar de ahogarme entre toda la bosta es un crimen de lesa humanidad. No quiero, y por eso, tengo miedo a escribir algo ahora mismo.

Es asqueroso. Tengo miedo a ser libre.

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