Desayuno tostadas francesas.
Llevo media hora con ese plato olor a canela, y solo he acabado una d las tres.
Hace tanto que no comía tan lento, yo, la ama de la voracidad kph.
No extraño mis cordales. Nunca las sentía. Extraño la sensación de que mi lengua sentía texturas y sabores, hoy solo me ayuda a tragar.
Estoy molesta.
No fúrica, ni deprimida. Tal vez solo picada.
La inseguridad vuelve a acecharme.\El miedo a no volver a mi estado original.
El miedo al dolor constante.
El pavor a no volver a verme bien en cualquier superficie azogue.
Aún así, estoy tranquila, como que a la final vale gato.
Creo que era Katherine Hepburn, padeciendo del mismo mal que yo la que decía que aunque sea las feas no debían temer a la vejez y sus estragos mientras que era la pesadilla de aquellas con gracia.
No sé porque llegué a ese punto, supongo que lo hice porque ella era demasiado genial para su tiempo. ("yo era la Schwartzenegger o como se diga de mi época").
Como que estos días de reposo y helado en cantidades industriales me han calmado.
No puedo hablar mucho. Ha sido buena receta para que alguna vez me calle.
No puedo comer chocolate ni lácteos. Es lo que más hay en mi casa, pero me hace fuerte.
He descubierto que ya no solo dibujo niñas de cara angulona y narices pequeñas o chicos andróginos de ojos saltones. Y que la cultura del mundo cada día me gusta más.
Ahora voy a la 2da tostada francesa, ya se enfriaron un poco.
Nada que la paciencia matutina y un microondas en buen estado no resuelvan.
Neutralidad absoluta. Creo que es evidente.
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